En condiciones normales la cantidad de aire inhalado o espirado por minuto se llama volumen ventilatorio y es de 5 a 6 litros. El número de respiraciones por minuto (frecuencia respiratoria) es de unas 12.
Por con siguiente, el volumen de aire en cada respiración (volumen corriente) es de 1/2 litro aproximadamente.
La capacidad respiratoria de los pulmones depende de los volúmenes pulmonares y del estado funcional de los músculos respiratorios.
El volumen máximo de aire que puede ser exhalado tras realizar una inspiración máxima se llama capacidad vital. En un hombre adulto la capacidad vital es de unos 5 litros, dependiendo del tamaño corporal y de la edad. Una persona corpulenta dispone de una capacidad vital mayor que otra más pequeña: Los hombres tienen los pulmones más grandes que las mujeres. La capacidad vital disminuye con el paso de los años.
El niño recién nacido respira unas 45 veces por minuto; a los 10 años la frecuencia suele ser algo superior a las 20 veces, y en el adulto oscila entre 15 y 20.
La respiración es mucho más frecuente cuando se realizan ejercicios corporales de cualquier índole ya que cuando estamos en reposo sólo una porción de los alvéolos pulmonares es irrigada por la sangre. Durante el ejercicio, cuando aumenta el gasto cardiaco, la superficie pulmonar bañada por la sangre se hace mayor, cubriéndose así la mayor demanda de intercambio gaseoso.
Tanto la frecuencia respiratoria como el volumen corriente se ven incrementados.
La frecuencia respiratoria no puede ser superior a las 40 respiraciones por minuto. Si fuera mayor no daría tiempo a que el aire entrase y saliese de los pulmones.
Sin embargo, el volumen corriente (cantidad de aire por cada respiración) puede aumentar hasta valores próximos a la capacidad vital.
La respiración es un acto automático que se afecta inconscientemente en virtud de una regulación nerviosa y química. En el cerebro existe un centro respiratorio del que parten las fibras nerviosas destinadas especialmente a los músculos intercostales y al diafragma. Además de unos centros nerviosos, a los que transmiten los estímulos mecánicos que reciben ocasionados, ante todo, por la presión del aire.
La regulación química corre a cargo de los gases que transporta la sangre. Al disminuir en ella la proporción de oxígeno, la sangre que llega en estas condiciones al mencionado centro lo excita, provocando una inspiración. Si la cantidad de oxígeno incorporado desciende por debajo de cierta proporción, como ocurre al respirar el aire algo enrarecido de las grandes altitudes, aumenta la frecuencia respiratoria para compensar aquel déficit. Y de la misma manera que la escasez de dicho gas activa la acumulación del anhídrido carbónico en la sangre, acta también la respiración de modo que ésta se adapta a las necesidades del organismo, variando la intensidad del intercambio gaseoso.