Cobalto: Aparece en los vegetales de hojas verdes y en las vísceras de animales. Es necesario para que la vitamina B12 pueda efectuar su trabajo. Pero hay que tener en cuenta que debe mantener un equilibrio con el hierro para que no se hagan antagonistas entre sí.
Cobre: Se encuentra en gran parte de las comidas animales y es muy difícil tener deficiencias, a menos que sea vegetariano estricto. Resulta fundamental para la absorción de la vitamina C y del aminoácido tirosina. Convierte también el hierro en hemoglobina. Su deficiencia puede producir debilidad en los huesos y rotura de los tejidos blandos. Su exceso, falta de sueno, menstruaciones irregulares y depresiones mentales.
Cromo: Está contenido en las grasas, los cereales integrales y las semillas. Se va perdiendo con la edad y necesita ser repuesto porque, además, el proceso de refinamiento de los alimentos elimina más de las tres cuartas partes de cromo. Parece que resuelve los problemas del metabolismo de los carbohidratos y la intolerancia a la glucosa.
Flúor: Ahora es muy difícil tener deficiencia de Flúor, sobre todo si se vive en grandes ciudades, donde suele añadirse en las conducciones de agua en pequeñísimas cantidades. Sirve para los huesos y los dientes -se dice que evita las caries y las detiene-, aunque su exceso puede cambiar el color de la dentadura.
Fósforo: En nuestro organismo es el segundo mineral en importancia cuantitativa -casi un kilo para una persona de tamaño normal-. Sus fuentes son las aves y, sobre todo, los pescados -muchos son fosforescentes debido a su alto contenido en este mineral . En el cuerpo humano se acumula en los huesos, trabajando allí conjuntamente con el calcio. Potencia las facultades cerebrales y la buena disposición de los huesos. Su exceso -relacionado con el alto consumo de carne- se traduce en una bajada del calcio.
Hierro: Se encuentra en la carne, la yema de huevo y ciertos vegetales como las lentejas. Lo contienen la mayor parte de las comidas porque es el elemento más abundante en la corteza terrestre. Es fundamental para la fabricación de hemoglobina sanguínea. El hierro se pierde cuando hay hemorragias; de ahí que las mujeres necesiten una cantidad en su dieta algo mayor que los hombres. Su exceso puede llegar a ser tóxico, y su falta produce descenso en el número de glóbulos rojos y las llamadas anemias ferropénicas.
Magnesio: Aquí estamos ante uno de los minerales que han cobrado mayor popularidad en los últimos tiempos y al que se le ha atribuido toda clase de propiedades energéticas y curativas, desde el aumento del vigor hasta la curación casi inmediata de artrosis y reumatismos. Y la verdad es que el magnesio es de los minerales fundamentales. Se encuentra en todo el cuerpo, y sus mejores fuentes -muchas de ellas ya deficientes debido al empobrecimiento de los suelos- son determinadas frutas, como limones, uvas, manzanas o peras. Es trascendental para que se produzcan las contracciones musculares, la síntesis de la proteína, el metabolismo de la vitamina C y el de otros minerales como el calcio, el sodio o el potasio. Si se toman cantidades superiores a 8 ó 10 gramos diarios de sulfato de magnesio puede llegar a ser tóxico. Por lo demás, es un elemento muy útil para los atletas.