A los 16 años estaba ya considerado como el hombre mejor desarrollado de Egipto, y sus progresos fueron tan grandes que animaron a la federación a pagarle el viaje a los campeonatos mundiales de culturismo que, este año, se celebraban en la ciudad italiana de Verona. La aparición de Makkawy fue espectacular. Ganó con cierta facilidad sobre culturistas más consagrados y, a partir de entonces, su nombre empezó a contar en los círculos de la alta competición internacional.
