Hagner, conocido como "esqueleto petimetre", que pesaba 22 kilos para una estatura de 1,70. Lo que queremos dar a conocer es el problema de las personas anoréxicas -falta de apetito, bien por causas orgánicas o inducido por la cantidad de veces que han seguido dietas para adelgazar-, algo bastante común en nuestros días, sobre todo entre el sexo femenino. La anorexia inducida comienza en la adolescencia, cuando la joven está obesa -o cree estarlo, porque a veces un desarrollo grande y precoz de los senos o unas pantorrillas demasiado fuertes hacen creer, erróneamente, al carecer todavía de los conceptos de estética y sensualidad, que deben disminuirse a toda costa al confundirlos con la adiposidad- y empieza a hacer dietas drásticas por su cuenta, que muchas veces incluyen el vómito inducido, lo que va conduciendo a una pérdida paulatina de la masa muscular, una debilidad general y, en muchos casos, una incapacidad para recuperarse. El cuerpo acaba teniendo un aspecto verdaderamente repulsivo -la piel colgante, el músculo desaparecido y, desgraciadamente, la grasa permaneciendo aún en la mayor parte de los lugares- y puede acabar muriendo ante la falta casi absoluta de nutrientes. Estos estados son ya patológicos y requieren una atención médica inmediata. En muchos países hay ahora hospitales especializados en casos de anorexia -unida, por lo general, con la bulimia, o apetito desordenado de comer debido a causas emocionales-. Y aunque parezca extraño, la mortal combinación de anorexia-bulimia es una enfermedad de progresión creciente en los países industrializados, donde la presión social por conseguir figuras esbeltas y atléticas ha empezado a hacer difícil la vida a las personas obesas con personalidad débil.
